EL NEGRO
BEATRIZ ZAMORA
Luis Carlos Emerich " El Negro "
La primera obra totalmente negra de Beatriz Zamora formó parte de su exposición titulada La tierra (1977), con la cual abandonó la figuración fantástica para ir más allá de las maneras en que lo esencial se manifiesta en los seres y las cosas. Esto no sólo implicó la exclusión de la imagen, sino también la de los pinceles y los pigmentos, para asumir el arte como una acción corporal y la obra como un objeto en transformación continua mediante procesos químicos controlados para generar concentraciones y expansiones de la materia como si ésta tuviera voluntad propia. El carbón vegetal o mineral, el negro de humo, los óxidos metálicos y otros materiales negros en combinación con aglutinantes cuyos distintos puntos y densidades de fraguado abrirían múltiples posibilidades de generación de formas y texturas, constituirían desde entonces el ser (la materia absoluta) de toda su obra.
Esto podría llamarse abstracción matérica o informalismo, si no constituyera el corpus testimonial de una profesión de fe que, por más de tres décadas y más de 2500 obras negras, ha buscado demostrar, a pequeña escala física y gran carga metafísica, que las mismas fuerzas que constituyen y rigen al universo actúan sobre lo humano. Ante los referentes internacionales que suelen citarse para identificar su familia de sensibilidades, es decir, ante pintores que culminaron sus obras al utilizar exclusivamente pigmentos negros, como Kasimir Malevich, Ad Reinhardt o Mark Rothko, la obra de Zamora resultaría antitética, desde que no es propiamente pictórica ni su intención consiste en negar el ilusionismo. Su búsqueda de la plasticidad de materiales negros sobre superficies planas no se debe al rechazo de la luz‑color, sino a la reducción de la obra a sus elementos esenciales, en que el negro metaforiza la materia universal absoluta, contra los clichés del negro como ausencia y el blanco como plenitud. La conjugación significativa de la materia y el espíritu, de la acción y la devoción, de lo finito y lo infinito, de lo relativo y lo absoluto, es una aspiración mística de Beatriz Zamora, una especie de performance vital cuya definición mejor sería poética.
11 de agosto de 2004
Jorge Alberto Manrique " Beatriz Zamora "
Beatriz Zamora es una artista insólita. Desde que tomó la determinación de pintar negro sobre negro no se ha apartado de ese principio. Así ha sido desde hace 27 años.
A principios del siglo XX se hicieron cuadros blancos y negros. Era un manera de hacer protesta contra la pintura, no había un arte que les satisficiera a sus autores. Por los caminos del arte (dice Robert Rosenblum) rompían las reglas, desde Picasso en las Señoritas de Avignon -1904- y la pintura “negra” influida en las máscaras africanas, y luego el cubismo…, y así también en Miró o en los suprematistas rusos, y demás. Buscaban la esencia en lo antiguo en sus facturas y sus orígenes y la naturaleza. Así pudieron llegar a pintar cuadros blancos o negros, o casi sin color o todos los colores para así encontrar la totalidad. La aventura empezó hace un siglo y sigue. Hay algunos que han llegado a arriesgar el no color, o casi. Raris avis. Por excepción.
En medio de este discurso, Beatriz Zamora se encontró con el negro. Fue depurando los colores, cada vez más colores, hasta que quedaba entre los negros, apenas unas luces. Luego, nada: sólo la oscuridad. Eso fue hace 27 años, cuarta parte de un siglo, y se mantuvo y sigue manteniendo. Si algunos son raris avis en el arte, Zamora es doblemente ave rara.
El negro. Una vez que pudo suprimir el color se quedó sin nada. Y así empezó a rehacer su obra, paso a paso sin falta, del cero absoluto, la carencia completa, lo nulo. Todos sus cuadros se llaman negro: y un número. Pero poco a poco se advierte que la negritud no es inexistencia. Existe en los cuadros y en sus obras. Así como Beatriz se viste de negro, pero de varias maneras y estilos de vestidos, de cabellera negra, con peinado de diferentes formas y abalorios sin colores.
La pintura fue llenando de cosas y valores. El riesgo fue que el color negro resultara sin interés y podría ser aburrido. No fue así. El reto de ella está en encontrar cómo hacer algo que sea válido como pintura y no sea un disfavor para la pintura. Fue y es el desafío en cada cuadro, en las series de obras y en los tiempos y en el espacio. Es la lucha en el campo de guerra dentro de la obra y descubrir y hallar: su clave es el hallazgo.
En el despojo del color requiere quitarse, desnudarse. En esa renuncia va por el camino del hacer. Beatriz Zamora, junto con el negro, es proclive a la naturaleza, a las cosas naturales. Pienso que se tropezó, de forma normal, con el carbón. El carbón es el despojo de la vida, es la no-vida, el negro es la terminación. Pero, como reza la Biblia, polvo eres y en polvo te convertirás, cenizas serás; la ceniza y carbón fructifican en vida.
La artista renueva las formas en sus obras, pero en el cisco yace nueva vida. Está, en el carbón y así como en el barro negro y el polvo negro y otros materiales, se hallan el pensamiento, digamos “filosófico”, de ella.
El cisco y la madera quemada dan reflejos. Beatriz Zamora se aprovecha de esos brillos haciéndolos concientes en las superficies, y los utiliza a pasto. Esas caras opacas o bien brillantes o neutras o pulidas juegan un papel predominante en sus cuadros. Así como en sus últimas obras explora los resplandores y lo que chisporrotea estando en el negro negro.
También hay formas. Su pintura no es informal, aunque pudiera pensarse que la negritud de sus obras reclaman libertad absoluta. En el hacer de Beatriz hay una expresión libérrima, sí, pero hay reglas impuestas por ella misma. Ella pinta en el piso, como se hizo en el expresionismo abstracto desde los años cuarenta. Así puede estar en cuatro patas, si le da la gana. Su acción es rápida y genera gestos inconscientes. Pero sus formas son concientes en su hacer. Así es, por ejemplo, el uso de las “craqueladuras”, muy variadas, hasta llegan a antojarse como cuarteaduras monstruosas; sus resultados están dentro de control, con una técnica efectiva y sabia. Lo mismo la cuidadosa composición de los espacios y los vacíos y los vanos. Y la manera de utilizar las variadas texturas personales, ya rugosas o finas, en extrusiones magníficas.
En el Museo del Chopo, en agosto de 2004, Beatriz Zamora da una muestra de su hacer negro; de sus hallazgos en el no color; de su filosofía natural en el carbón y el cisco, de sus reflejos y sabiduría; sus riesgos y sus luchas. Es decir, su persistencia y su fe.
Agosto de 2004.
Robert Rosenblum " El Negro obra reciente de Beatriz Zamora "
En el caso de Zamora, esta vuelta a las fuentes con frecuencia se orienta hacia el ámbito cosmológico. Al hallarnos frente a sus cuadros de color negro carbón nos vemos trasladados a años luz de distancia del mundo de los setentas e insertados en aventuras imaginarias en el tiempo y en el espacio que nos sitúan en un ambiente que pertenece a las especulaciones de la geología, la astronomía y la antropología. Sus telas negras, ya sea llenas densamente de incrustaciones como un meteoro, o impalpablemente atmosféricas, como remotas galaxias, resultan aterradoras por su capacidad de expansión. Al eludir las restrictivas medidas de la geometría (ese símbolo de los confines de la razón) evoca más bien los espacios inconmensurables, los espacios aún incipientes del nacimiento del mundo, como si la tierra, el aire, las estrellas y el cielo hubieran sido redescubiertos en su forma primordial.
En esta búsqueda imaginativa de metáforas que bien podrían ilustrar el libro del Génesis, Zamora ha dejado al descubierto un lenguaje pictórico que capturó a los fenómenos naturales en sus formas más elementales, antes de que la geometría racional pudiese intervenir, antes de que los objetos palpables fueran forjados. Como si fuera una hechicera, sumergiéndose ella misma en los materiales primarios de la tierra y recreando misterios ancestrales. Cuando moldea con sus manos una densa masa de carbón triturado se convierte en un moderno Anteo que extrae la fuerza de la tierra. Cuando hace el marcado de una línea o de una división entre lo que está a la derecha y a la izquierda, arriba y abajo, se convierte en una imaginera primitiva, como si hubiese hecho resucitar el primer impulso humano para imponerle un molde a la materia desestructurada.
Zamora explora en los estratos de los mas ricos materiales telúricos, derivando de ellos el máximo de sutiles efectos de una luz cambiante y haciendo emerger una superficie de lo que a primera vista parecía la materia mas ruda e inerte. Beatriz Zamora se siente fascinada por los enigmas de un arte monocromo, en el que un sencillo matiz o tono (en su caso el ubicuo color negro) se revela como un elemento susceptible de asumir tantas variaciones como se hace explícitamente con la gama de los colores del arco iris. Por medio de éstos y de tantos otros procedimientos, la obra de Zamora no sólo posee las características de su propia, precisa originalidad sino también participa de una comunidad de experiencias que comparte con artistas occidentales de uno y otro lado del Atlántico.
Febrero de 1979
Juan García Ponce " Beatriz Zamora El Negro "
Beatriz Zamora se funde con la materia para hacerla hablar, logra abrir el oscuro secreto oculto detrás del silencio. Ella encuentra la luz dentro de la más profunda oscuridad. Beatriz no la modifica, establece un diálogo con ella y, a través de sus obras, le permite recrearse y hacer evidente ese diálogo eterno entre espíritu y materia. Pero, no es fácil traspasar el aparente rechazo que la obra misma nos impone.
Necesitamos abrir nuestro corazón y agudizar nuestros sentidos para que una vez traspasada la oscuridad lleguemos a la verdadera luz. Sus cuadros no hay que mirarlos, no hay que contemplarlos tampoco, hay que penetrarlos. Sus cuadros nos piden que nos adentremos en ese oscuro túnel que su apariencia inmediata abre, para, avanzando “a ciegas” por él, llegar hasta la auténtica luz que hace posible la verdadera contemplación interior.
Lo que las obras nos ofrecen, entonces, es mucho mas que satisfacer el sentido de la vista. Negándole todo valor, primero lo conducen, como si dijéramos, tomado de la mano, tal como se lleva a un ciego, hacia su verdadera realidad. Desde ese lugar, desde ese punto de vista, cada cuadro se nos muestra como una vía hacia la revelación. Revelación del mundo y encuentro con nosotros mismos dentro del mundo. Hay que entrar al negro agujero que abren las obras de Beatriz Zamora. En el fondo de él se encuentra la luz: la densidad de la materia en la que se aloja para hacerse posible la alada y siempre evanescente realidad del espíritu.
Texto que acompañó la invitación a la exposición:
Serie el negro: obras recientes.
INBA. Mayo,1980
Jorge Alberto Manrique " El Negro Obra reciente de Beatriz Zamora "
Hay artistas para los cuales la obra solo tiene sentido y vale la pena como proceso de una búsqueda del absoluto. A esa raza peculiar, en forma extrema, pertenece Beatriz Zamora.
Búsqueda y absoluto son dos palabras que (en su limitación) son inevitables cuando uno se coloca frente a la obra de Beatriz Zamora. Ella es de esa clase de artistas para los cuales la obra no es válida en si misma sino sólo como medio para alcanzar algo mucho mas amplio, que está del otro lado de la obra, pero que es sólo accesible por ella. Ese más allá indefinible, que tiene que ver con la naturaleza, con el hombre, con la unidad de las gentes y las cosas, con la vida, con la muerte, Beatriz Zamora trata de penetrarlo y hacerlo accesible a nosotros a través de unas piezas negras trabajadas con sus manos (hace tiempo que ha abandonado los pinceles); la desproporción se nos aparece monstruosa: sólo una fe iniciada puede darle fuerza para acometer la empresa y para suponerla posible.
Carbón, carbón de piedra, grafito, pirita: unos cuantos materiales son los únicos posibles para quien sólo trabaja el negro. Materiales que por su naturaleza exigen del artista un esfuerzo particular, un trato largo y difícil para ir encontrando sus razones, sus modos, sus comportamientos. Una hermandad con el material que está en la línea lógica del trabajo de Beatriz Zamora. A través de ciertos planteamientos o tratamientos básicos ha sido capaz de extraer una inmensa cantidad de posibilidades según las diversas maneras en que el material se comporta.
Septiembre de 1987
Gloria Hernández " La mística del Negro en manos de Beatriz Zamora "
Cuando Beatriz Zamora quiso aprender el secreto alquímico de ver, comprendió que para volverse pintora tenía que ser dueña espiritual de las cosas. Antes de atreverse a pintar la tierra, hay que conocerla, caminarla, entenderla, escucharla, respetarla, amarla. Razón por la que ella se ha dedicado a la investigación, análisis y experimentación con las formas, la composición, el contenido y los materiales del arte de la pintura. Y se ha preocupado de forma esencial por el sentido místico del color negro. Pintar la condujo a saber que quien aprende del mundo, conoce lo que son las cosas y toma su justo lugar entre ellas.
De regreso de una estancia de estudio en Paris (1971), inició una serie que tituló “Del Negro, Blanco, y Rojo”. Se preguntaba por los valores humanos e intentó pintar el silencio, la conciencia y la armonía, conceptos que, ella consideraba, el ser humano había olvidado. En esos cuadros la figuración desaparece, casi nada tiene que ver con las primeras obras, casi autobiográficas, de estilo surrealista mexicano, una etapa que abandonó al darse cuenta que la expresión que buscaba era más universal. De modo que a los materiales más habituales en pintura suma otros, como carbón molido en trozos y materiales como la pirita, además de maderas y resinas.
Pronto se concentra en la monocromía del negro. Porque el negro no tiene porqué estar asociado a lo negativo, si en realidad es un estado de libertad, el compromiso ante la invención del mundo. De manera que su obra es el negro. Todos sus proyectos parten de lo que es el negro... El día que Zamora hizo su primer cuadro de este color que en realidad es ausencia de color, el negro le dijo: “vas a contradecir la historia de la cultura y la civilización y te van a querer matar. Si no te matan en el primer momento, la obra misma te salvará, ella será tu protección”.
En 1978 recibió el primer premio del Salón Nacional de Artes Plásticas, sección de pintura, por su obra Negro No. 4 de la serie II. La premiación y exposición de los cuadros se llevó a cabo en el Palacio de Bellas Artes, sitio en donde se escenificó tremendo escándalo de artistas, que incluyó agresiones físicas y verbales de algunos inconformes con la obra de Zamora. Esta situación llevó a la pintora al autoexilio en Nueva York (durante ocho años). Desde entonces ha participado en múltiples exposiciones, en lugares como el Hall D’entreé de la Cité, en Montreal, Canadá,1979; Galería de la Gran Fraternidad Universal, Nueva York, N.Y., E.U. 1984; en mayo del 2000, la exposición “El Silencio del Universo” en la Galería Pecanins de la Ciudad de México, entre otras (ver currículum).
Beatriz Zamora ha investigado el negro en todas sus manifestaciones posibles por más de veinte años, ha hecho algo más que pintura y mucho más que filosofía sobre este paradójico color; prueba de ello es el libro “Historia de una artista excepcional”, de Eduardo Rubio (México: Castillo, 1998).
(Cita: Creadoras del Mundo, La Jornada, 8 de mayo de 2000).
Luis Carlos Emrich " Beatriz Zamora El absoluto y la materia"
Beatriz Zamora, una artista cuya excepcionalidad consiste en haber asumido sus propios avatares vitales como el medio mas arduo de sensibilización y conocimiento, y de descubrir su vocación creativa y desarrollarla hasta hoy contra todas las adversidades. Pero sobre todo, Zamora es una artista excepcional por sostener contra la crítica, el mercado y las “políticas” y veleidades tendenciales del arte, su propuesta de la materia negra (el Negro, como ella denomina a una costra negra de diversas densidades, texturas y tonos, que sustituye a los pigmentos tradicionales) como un principio filosófico-poético, con tal convicción que podría revelar la ausencia de convicciones en el arte de hoy.
En 1971 fue a estudiar a l’Ecole Nationale des Beaux Arts de París y “a aprender a ver”. A su regreso a México, en 1997, expuso en el Palacio de Bellas Artes un conjunto de pinturas titulado ”La tierra”. En él figuraba su primera obra totalmente negra, la cual no sólo implicó la exclusión de la imagen a favor de la autonomía expresivo-conceptual de la materia misma, sino también el abandono del pincel y los pigmentos, para privilegiar al trabajo manual-corporal para erigir al arte como acción. El carbón en trozos o fragmentado o molido en diversos grados, consolidado por resinas cuyas distintas intensidades de fraguado matizan la infinidad generativa de formas, constituiría desde entonces la materia prima (la materia absoluta) que con los años se ha ido matizando mediante el uso de muchos otros materiales negros y con el desarrollo de técnicas propias generadoras de conformaciones y texturas tan inusitadas como sugerentes de su trascendencia metafísica.
Esto da una idea de la perdurabilidad de la fe con que Zamora ha dilatado una serie durante veinticinco años, diversificando sus opciones temáticas, desde la tierra como verdad palpable y, paradójicamente, tan abstracta e inexpugnable como el infinito, a la ocasional recuperación de la imagen (del corazón humano), a la eternidad a través de sus vestigios planetarios, hasta la concentración en lo negro como en el ser en sí.
Pedro Schneider " Beatriz Zamora La magia de la luz fósil "
Para los griegos, el vacío era imposible; en el medioevo era la región del Maligno. Durante el trance racionalista que comienza con el Renacimiento, logra su madurez en el Siglo de las Luces y fenece a mediados del siglo XX, el vacío transitó del concepto mecánico al cuántico. La materia es porosa. Ahí están los intersticios interatómicos y los existentes entre los componentes subatómicos, para no mencionar los huecos interestelares. Algunas partículas atraviesan el planeta como la luz un cristal y otras viajan a velocidades superiores a la de la luz. El budismo y el taoísmo han cargado el vacío de significados religiosos, y, dentro del paradigma holográfico, se le concibe como la realidad última del universo de la cual todo emana. La mirada de Beatriz Zamora alcanza esas partículas y las atrapa en el negro vacío cargado de valores estéticos.
El vacío es el negro absoluto, la fusión de todos los colores, energías, formas e ideas. El negro condensa la luz y la refracta. La luz física y la metafísica tienen su expresión semántica en el campo unificado del negro. Beatriz Zamora lo ha entendido así y sitúa su obra en el umbral de la filosofía de la materia para exponer plásticamente los planteamientos más audaces de la tradición milenaria cultivada por los expertos en la meditación revelatoria del lejano Oriente.
Con un concepto distinto sobre la relación materia-soporte y una estética diferente, enriqueciendo el espectro artístico y ampliando las posibilidades expresivas y semántica del arte, hace suya la extrema postura de Malevich. Pero Beatriz Zamora va más allá y le devuelve a la abstracción última la frescura lírica lograda por un aparente monocromismo que resume y trastoca la teoría del color. Los tornasoles reales o imaginarios, la captación de la luz y su momentáneo aprisionamiento, condensan la mirada y de los materiales utilizados desprende un espectro polisémico que reta a la imaginación del espectador embelesado. El impacto telúrico y sus resonancias cósmicas y cardinales transforman los trozos de carbón y las partículas de carburo en enormes fuerzas que comprimen la luz hasta su iridiscencia. Como una metáfora de las presiones geológicas que convierten el carbón en diamante, la obra de Beatriz Zamora es un holograma tanto de las misteriosas regiones infinitesimales entre una neurona y la otra, como también de las dimensiones del enorme espacio que existe entre una nube de galaxias y otra. Esos cuadros son el oscuro espejo de las pasiones que la creatividad hace visibles; elocuente pulsar de la luz fósil que la mirada amorosa condensa para iluminar el nuevo milenio.
Octubre del 2002
Ana Quiroz " Beatriz Zamora en Kunsthaus Santa Fe"
Beatriz Zamora es una artista profundamente marcada por establecer un contacto directo, tanto físico como espiritual en el acto de la pintura.
Nace en la Ciudad de México. Su obra desde hace años es absolutamente negra, el único color que utiliza, experimenta, e intenta controlar. Los materiales son mas que pigmentos, óleos y acrílicos. Construye con arenas, polvos y piedras de gamas azabaches. Su irresistible fuerza reside en la dedicación que ha tenido en su búsqueda. Ha producido cientos de lienzos con técnicas, que ella misma depura, a partir de materiales como carbón u otras sustancias. Su trabajo ha sido relacionado con el expresionismo abstracto y con la pintura de Mark Rothko, en la creación inmensos campos de color.
La forma, el volumen, la textura, el gesto y la profundidad delimitan los espacios, una superficie de color negro que abarca, abruma y se introduce en el espectador. Acciones marcadas por el enérgico movimiento de los trazos. Observar su obra es penetrar en un abismo de imágenes, en un detallado estudio del negro y sus reflejos, cada una tiene compenetración consigo misma, en el origen y la naturaleza propia de los materiales.
Beatriz crea relieves tridimensionales sobre el lienzo. Su pintura, o en ocasiones mejor descrito como, escultopintura, llega a tener hasta diez centímetros de espesor. Sus gestos expresan y recrean la tierra, el aire, el fuego, el agua o el cuerpo.
En1978 recibió el premio en el Salón Nacional de Pintura. El día de la premiación en el Palacio de Bellas Artes en el Distrito Federal, su obra fue maltratada por un grupo de artistas, entre ellos el fallecido Enrique Guzmán, quienes en vano intentaron destruirla. Sin embargo Beatriz Zamora no ha cesado de crear, hoy sigue pintando, y en fue seleccionada el premio Omnilife. Por ahora casi todo sigue negro, aún faltan mas exploraciones, una parábola de posibilidades de lo mínimo a lo máximo.
Eduardo Rubio " Beatriz Zamora Historia de una Artista Excepcional "
La Obra de ningún artista mexicano ha desatado tantas pasiones y ha sido tan incomprendida como “El Negro” de Beatriz Zamora.
Una vida entera entregada a la búsqueda, mediante el desarrollo de una obra plástica, de un concepto inasible que tiene que ver con el origen de todo lo existente, con el principio del universo y de la vida.
No hay, en la historia de la pintura, otro artista que haya perseguido con tanto amor, fe, confianza y perseverancia algo tan sutil e invisible como es “El Negro”.
Galardonada con el primer lugar del Salón Nacional de Pintura en 1978, su obra “El Negro No.4” fue descolgada y brutalmente maltratada el día de la premiación en el Palacio de Bellas Artes por un grupo de artistas inconformes, cuya intención era matarla con su propia obra cuando ella fuese pasando por el centro de la escalera del Palacio.
En este libro, Eduardo Rubio pone su mirada sobre la vida, obra y personalidad de Beatriz y nos comparte su visión respecto a la profundidad de tan excepcional artista. Una vida con una infancia llena de duras experiencias que ella sublima y transforma en el más puro amor a la vida, amor que intenta transmitir a los hombres a través de su obra.
1998, Ediciones Castillo, S. A. de C. V. Nuevo León, México
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